miércoles, enero 03, 2007

El centro comercial.

Para empezar diré que como todo el mundo, las compras mayores se hacen en un centro comercial. Particularmente soy del Hipercor. No es nada en particular, no tengo nada en contra del Carrefour, Alcampo, Eroski, Mercadona etc. Simplemente que me he acostumbrado a ir a este. Es curioso porque cuándo voy a los otros me pierdo. Si entro al Alcampo o al que toque, me entra tortícolis de ir mirando los letreros colgados del techo buscando no sé, la sección de suavizantes. Además, me creo que todo el mundo me mira, supongo que será por ir buscando los letreros marca secciones, pero me siento observado. No tengo nada contra el pequeño comercio, quizás sea por este endiablado ritmo de vida que llevamos, nos fuerza a comprar todo en el mismo sitio por una cuestión de comodidad-prisa. Aunque tengo que reconocer que soy un vago, el mero hecho de tener que ir al centro a comprar de “tiendas” y el pensar que tengo que ir arrastrando las bolsas hace que me entre dolor de brazos. Pensando en dónde carajo he tenido que dejar el coche, que tengo que coger ahora un autobús atestado de gente y antes de ello esperarlo casi media hora...o simplemente el tener que volverme a mi casa andando tirando de bolsas, imposible, yo no sirvo para ello. Noten que no hago alusión a coger un taxi, primero porque ese tema ya lo trataré y segundo porque corramos un tupido velo sobre el gremio del taxi...y de los que cogen taxi.

De todas formas mi tema de hoy del centro comercial no solo va por las preferencias para comprar en uno o en otro, mi propósito era el escribir sobre la vida en el centro comercial. Aunque el modo de vida americano lo criticamos mucho, yo el primero. Hay que reconocer que mal que nos pese terminamos haciendo lo mismo que en las criticadas series americanas. Ir al centro comercial a pasar el rato. Por pasar el rato me refiero a cuando vas al cine y resulta que has ido con mucha antelación para sacar las entradas, con lo que terminas echándote antes un café de ir a ver la película. Terminas de ver esta y ya que estás allí entras en la franquicia de tapas a echarte unas cervecitas. Total que has entrado a las cinco y media de la tarde, y son las nueve sin salir del recinto. La diferencia está en tu situación personal. Si eres un casado, te vuelves con tu mujer y los niños si los tienes directamente a casa que ya estás deseando de pillar el sillón. Si por el contrario tienes novia igual te obliga a dar un paseíto por el resto del centro comercial a ver tiendas. Tiendas que te importan tres carajos, pero que como tortura de Guantánamo tienes que ver. Claro que finalmente perteneces a mi último grupo, el cuál has ido con los amigotes a ver una película, te has echado unas birras en alguna de las franquicias de tapas del centro, incluso habéis parado a ver los juguetes de alguna tienda y estáis pensado si os vais ya de copas...o si es todavía temprano, pensando en que taberna vais a echar la última birra antes de empezar con las copas.

Así que calculo que de estos grupitos el que más por el que menos se ha pasado de tres a cinco horas metido en el centro comercial. Cierto es que dependiendo de la estación que atravesemos procede o no. Porque aquí en mi queridísima Granada estar en la calle a las seis de la tarde de un sábado cualquiera de julio-agosto es simplemente demencial, puedes ser candidato a salir en el periódico del día siguiente por muerto por golpe de calor. Igualmente que si haces eso entre noviembre-marzo te puede dar un síncope de frío. Así que durante esos periodos de tiempo lo mejor es utilizar el centro comercial como invernadero donde desarrollar tu vida. Que afín de cuentas a veces piensas que es tan artificial como la lechuga crecida bajo plástico que te comes...insípida, inodora y clónica.

Por cierto hablando de centros comerciales y de cine recomiendo y casi obligo a ir a ver “Banderas de nuestros padres” de Clint Eastwood. Un peliculón se mire por donde se mire, y eso que todavía no la he visto. Aunque espero la segunda parte desde la visión nipona.

Buenas noches.

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