lunes, octubre 24, 2011

El paseo.

Me encanta pasear. Fin del post.

Resulta que el pasado sábado tenía preparado un plan de trabajo de fin de semana que no pude llevar a cabo. De modo que a eso de las ocho y media de la mañana estaba ya vestido y con poco que hacer. Siempre hay que hacer algo y para completar ese espacio de poco que hacer pues nada mejor que fabricarse un paseo.

Tengo la mala costumbre de andar casi desfilando, es más desfilando a paso de legionario y eso cuando uno va ensimismado en pensamientos varios pues va muy bien. Casi me atrevería a asegurar que es el subconsciente el que en esos momentos se dedica a guiar a nuestro cuerpo por la ruta que considere oporturna. Esto está muy bien y más de una vez me he sorprendido saliendo de ese ensimismamiento mental y dándome cuenta que ya he llegado al lugar que había marcado como final del camino.

Claro que todo tiene sus inconvenientes y el peor en este caso es no prestar atención a todo aquello que te rodea. Esto en sí mismo no es malo porque con la cara de despistado que nos hace poner el subconsciente cuando estamos en estos menesteres de paseante introspectivo...sino saludamos no pasa nada. Todo siempre tiene su lado positivo, todo. El no hay mal que por bien no venga es verdad como la vida misma.

De modo que resolví pasear despacio y contemplar a mis pares y el ambiente de la ciudad. Huelga decir que un sábado temprano, más o menos estaba en la calle a eso de las nueve menos veinte, la ciudad llama a pasearla. Hay comercio, no hay un tráfico excesivo, tampoco hay exceso de peatones y como estamos madrugando todos aquellos enemigos de ello desaparecen. De modo que chusmas chorizas, pies negros, perros de los mismos, profesionales de la mendicidad -que no mendigos...no es lo mismo- no campan aún por la ciudad. Porque Granada es una ciudad para pasearla. Es cierto que los granadinos estamos desarrollando una progresión dentro de los humanos. Creo, y pienso que no equivoco en la teoría, de la forma que tenemos la ciudad y al paso que las obras sin terminar están acabando con aceras, calles y demás, es posible que adoptemos la visión del camaleón. Un ojo en vista al frente y el otro en vista inferior. A esto también contribuye -desde luego no iba a olvidar concepto tan importante- la permanente y oscura posibilidad de pisar una caca de perro. Entiendo que no hay ni un duro público, que la Junta de Andalucía tiene menos dinero que un tío bañándose y desde luego el poco que tenga no es para gastarlo en Granada, para eso ya está Sevilla, si queda algo para Málaga y a las demás capitales solo llega el grito de "a joderse toca".

Pero yo quiero y me gusta pasear. Intentando hacer que estos obstáculos no perturben en demasía mi caminata urbana primero centro mi atención en que por fin tenemos o vivimos el entretiempo. ¿Qué es el entretiempo? Por entretiempo entiendo ese espacio estacional -concretamente hay dos entretiempos- entre verano e invierno o entre invierno y verano, porque no es lo mismo dejar uno y empezar el otro que dejar el otro y empezar el uno...dicho queda; en que en un plis-plas sobra o falta ropa. Yo soy un curtido del entretiempo. He madurado climatológicamente hablando y a mi no me coge congelándome en la calle el jodido entretiempo por aquello de salir en manga corta cuando ya es necesario la camiseta interior. Porque mi querida Granada adolece de otoños y primaveras. De torrarnos pasamos a helarnos y viceversa; solo durante unos poquísimos días podemos disfrutar de ese entretiempo que no es más que la obra maestra del maligno para que la humanidad siempre se resfríe al menos una vez al año. Yo soy un guerrero y aún mejor estratega y en cuanto atisbo por la ventana de casa nublados supuestamente otoñales se que el general invierno acecha en la calle esperando a que traspase el portal de casa para atraparme en un pegajoso resfriado con intento de gripe. Pero como el diablo sabe más por viejo que por diablo, este que les habla echa mano de camiseta interior y jersey -saquito para algunos- para espantar malos entretiempos.

Sin embargo en el paseo aprecio víctimas del entretiempo granadino. Los más débiles los guiris. Esos que pensaban estar los días de vacaciones granadinas en pantalón corto y chanclas para que los demás disfrutemos la visión de sus maltrechos pinreles gabachos -por decir una procedencia- y he aquí que la providencia ha dictado sentencia en favor nuestro al hacer pensar al guiri chancleta lo bien que estaría ahora con sus Reebok classic de toda la vida.

Si es cierto que lamentaba profundamente el comienzo de este entretiempo por la caída en el uso de los short shorts en las señoritas. Pero no, nuevamente demuestran su poderío al seguir vistiéndolos y simplemente equipando unas preciosas medias combaten y vencen al entretiempo. Por cierto que siempre me asalta la duda de cómo una prenda tan fina puede dar calor. Bien, eso ahora no es importante.

Me llama la atención los pocos automóviles de particulares que circulan a estas horas van casi todos ocupados por padres e hijos. Padres o madres que llevan en el asiento trasero a sus somnolientos hijos camino de las múltiples actividades del sábado. Que si el partido de tenis, de fútbol, baloncesto, balonmano, natación, danza, inflado de globos con pedos...lo que sea con tal de tener a los nenes ocupados. Lo cierto es que la cara de alguno de los chavalines es casi como la mía un lunes por la mañana. Pobres, tan jóvenes y ya puteados por el exceso de trabajo. Si, exceso de trabajo; no concibo otra forma de expresar el pluriempleo de estos chavales multiempleados en distintos campos todos reunidos bajo el camuflaje de su formación y algunos mal disimulados bajo el techo del quitarse de encima a los hijos. No digo más.

Un cigarrito mientras examino un escaparate de una tienda de deportes. No pienso comprarme un chandal, una prenda cuya existencia me es indiferente pero si tengo cierta aprensión al tema de comprarme unas nuevas zapatillas de deporte porque es difícil encontrar unas discretas. Ni colores ni formas en el calzado deportivo van ligadas a la discrección y yo para parecer un poligonero no tengo ya ni años ni condición. De modo que como tengo mis Nike de color negro -en piel- un poco gastadas a nivel de suela voy echando un ojo para no tener que hacer otra migración al Decathlon de Málaga a por unas zapatillas austeras sumamente difíciles de encontrar en Granada.

Mientras saboreo tranquilamente las bocanadas del cigarrito me pongo a pensar en el propietario de ese establecimiento de siempre. De ese comercio de ropa -por ejemplo- donde la autónoma o autónomo de turno echan más horas que recogidas en un día laboral normal, de donde han sacado para la casa, el coche, la educación de los niños, echar una mano al cuñado en paro, contratar a ese chaval que no es muy listo pero si voluntarioso y que ahora por culpa de una mierda de obra de tranvía, tan mal diseñado como lerdos son los políticos que en un mal momento de iluminación concibieron una serpiente que tragara las pocas calles anchas que habitaban en Granada y además bajo el influjo de no se qué reverso oscuro de la fuerza pusiera toda la ciudad en tal estado de levantamiento por obra sublime que no había mejor momento para suspender las obras por parte de fondos.

Y si, no entran ni una cuarta parte de clientes en la tienda. Si, también hay que pagar religiosamente los impuestos porque no somos los Ruiz Mateos ni un ayuntamiento progresista que solo sabe endeudarse para no pagar más....De vacaciones ni hablar porque aunque sea en plan chinos hay que sostener el negocio. O de dónde cojones vamos a comer. El niño que ya tenía que estar currando está demasiado mal criado y persecula-seculorum ya terminará la carrera. La niña si estudia, echa una mano en el negocio pero más no puede hacer...y dónde coño va esa pareja que ha dedicado sus mejores años de currantes a levantar, mantener y vivir de un negocio que forma parte de sus vidas.

Esta parte del paseo es una jodida mierda....pero también hay que contarla. En una ciudad como Granada donde el tejido empresarial es inexistente, más de doscientas empresas han cerrado solo en una de las calles comerciales azotadas por el desastre de construcción del metro-tranvía. Y no, no hay procesados ni culpables.

Fin del paseo.


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