miércoles, octubre 20, 2010

Pronto y mal que te vas con el susto...


Andábame hace ni un par de horas por esas calles tanto por mi paseo diario como también por aprovechar a buscar materiales para mis artículos; pues últimamente la inspiración no pasa por mi barrio y que mejor que aprovechar mis casi diarios paseos por el centro de la ciudad para cazar algo para escribir, tiempo para pensar y hasta discutir -conmigo mismo se entiende-.


Embebido en mis pensamientos, me sorprendí varias veces a mí mismo riendo como un pobre hombre de mis propias ideas y moviendo maquinalmente los labios; algún tropezón me recordaba de cuando en cuando que para andar por las aceras de las calles de Granada no es la mejor circunstancia la de ser poeta -que no lo soy- ni filósofo -jejeje-; más de una sonrisa maligna, más de un gesto de admiración de los que a mi lado pasaban me hacía reflexionar que los soliloquios no se deben hacer en público; y no pocos encontrones, que al volver las esquinas di con quien tan distraída y rápidamente como yo doblaba, me hicieron conocer que los distraídos no entran en el número de los cuerpos elásticos, y mucho menos de los seres gloriosos e impasibles.


Si esto no es poco además hay que andar con ojo avizor, presto el sentido del peligro y rápido y a mano el reflejo por cuanto no solo con todos los enemigos anteriormente descritos hay que vérselas en cada caminata de filósofo -peregrino olímpico me llama el amigo Navarro- sino que también los canes participan en la celada. Canes atados a pivotes antiaparcacoches, también estos enemigos acérrimos de nuestros tobillos y tibias, canes que te miran como a una presa despistada -en eso del despiste lo cierto es que su instinto no les engaña- y canes que te sueltan un ladrido y la consiguiente arritmia cardiaca que camina contigo los treinta o cuarenta metros posteriores.


Perros a saliendo de un portal, perros ladrándote porque pasas por delante de la verja de sus dominios, perros sueltos...y con amos sueltos o de floja educación...Qué difícil tiene uno a veces dar un paseo a buen paso mientras ordena pensamientos, investiga el entorno y en definitiva ejercita cuerpo y mente. El Alma no sé si la ejercito, no se lo oscura que la tengo -algo si claro está- aunque sé que cansada está.

Persistente mi guerra con los canes, con los dueños de los canes y hasta ahora perdiendo batallas voy -últimamente no gano ni contra mí mismo- y el jodido refrán dejémoslo estar sin nombrar. Así que no me queda otra que pasear como los camaleones con un ojo en otra dimensión y el otro pendiente de aceras, socavones, perros, cagadas, transeuntes -despistados o no-, perro-flautas, motos, autos, amigos y enemigos -difícil a veces distinguirlos- y demás...que no alcanzo a nombrar.

Aún así me gusta caminar, estoy enganchado a pasear, a pensar mientras camino y afronto los peligros del paseo pues cuanto el beneficio es más que el susto pasajero del ladrido merecido, el tropezón inoportuno y la mala sonrisa que despierta...y lo bien que sienta después la cena cuando el día termina, la noche comienza y el este post...se cierra.


* Pido perdón por ametrallar un sublime párrafo del genial Larra en su artículo "El castellano viejo". Espero conozcan el párrafo o parte de él, y desde luego es fácil distinguirlo del resto del post por su sobresaliente calidad aún cuando está "ametrallado".

* Por cierto, las imágenes son todas de parte de los trayectos de mis paseos diarios.

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