Enterrados en el centro de Londres, muy cerca del Puente de la Torre, los únicos testigos de la mayor tragedia que ha vivido la ciudad han permanecido ocultos durante siglos. Hasta el año 1986, en que se realizaron las primeras excavaciones, no quedó al descubierto el cementerio de East Smithfield y sus más de 2.000 cadáveres fallecidos como consecuencia de la peste negra, la epidemia que azotó la ciudad y acabó con buena parte de la población europea en apenas unos años.
Sabiendo que la peste que ya castigaba al continente llegaría a la ciudad, las autoridades londinenses ordenaron construir este cementerio de urgencia para albergar a las futuras víctimas. La epidemia llegó en otoño de 1348 y en pocos meses había matado a más de un tercio de la población. Esta capacidad previsora convirtió al cementerio es una rareza arqueológica en Europa, donde la magnitud de la enfermedad apenas permitió que los vivos enterraran a los muertos. En un intervalo de pocos años, la bacteria causó 25 millones de muertes en el continente europeo y en torno a 40 millones en el resto del mundo, más bajas que las que causaron las dos guerras mundiales juntas.
Siete siglos después, un equipo de investigadores liderados por el profesor Johannes Krause de la universidad alemana de Tubinga ha recogido muestras genéticas de cuatro de los cadáveres de East Smithfield y ha reconstruido el borrador del genoma de la bacteria Yersinia pestis, el agente que llegó desde oriente y se transmitió de las pulgas a las ratas negras y de las ratas a los hombres.
Cuatro víctimas
Estas cuatro víctimas desconocidas- un hombre, dos mujeres y un niño -, han proporcionado 53 huesos y 46 dientes gracias a las cuales los investigadores han podido extraer muestras de la bacteria, reconstruir por primera vez el genoma de un patógeno de más de 100 años (ya se hizo con la "gripe española", de 1918) y conocer su evolución durante los últimos siglos. "Las estimaciones temporales", afirman en el estudiopublicado en Nature, "indican que las variantes de Y. pestis comúnmente asociadas con la enfermedad humana comparten un antepasado común que vivió hace entre 668 y 729 años". "Esto implica", concluyen, "que la epidemia medieval de peste fue el principal evento que introdujo en la población humana el antepasado de todas las ramas patógenas conocidas de Y. pestis".
"Los sorprendente de este análisis", asegura Magdalena Skipper, editora de Nature, "es el hecho de que los genomas de la Y. pestis medieval y el de las ramas que existen ahora son muy similares". El genoma de la bacteria, en concreto, posee un único cromosoma con alrededor de 4,6 millones de unidades de ADN. En los 660 años transcurridos desde la epidemia de peste negra, sólo 97 de estas unidades de ADN han cambiado y solo una docena de estos cambios han tenido lugar en genes que afectarían a las propiedades del organismo.
Teniendo en cuenta que la letal bacteria medieval y la actual son casi idénticas, ¿por qué la incidencia de la peste ha dejado de ser tan mortífera? Según los autores del estudio, las diferencias no están solo en el genoma del patógeno sino en otras variantes que han cambiado en nuestras condiciones de vida: diferencias de clima, mejoras en la calidad de vida, la higiene... y una variación en nuestra inmunidad hacia la enfermedad. "En el intervalo entre la Edad Media y nuestra época", explica Skipper en el vídeo que ha difundido Nature, "habríamos resultado expuestos a diferentes patógenos que quizás han aumentado nuestra inmunidad y que nos permiten combatir las infecciones de Yersinia pestis mejor".
La "Muerte Negra"
¿Seríamos capaces de afrontar una pandemia de estas dimensiones en nuestros días? "Paradójicamente", asegura John Hatcher, historiador de la Universidad de Cambridge, a Nature, "la sociedad de aquella época fue capaz de afrontar la muerte a esta tremenda escala mejor de lo que podríamos hacerlo hoy. Entonces eran autosuficientes e independientes, pero ahora tenemos tal cantidad de interconexiones que cualquier cosa a esa escala causaría un completo caos".
En la época en la que se produjo la gran pandemia de la “Muerte Negra”, como lo denominan los ingleses, el clima era frío, las intensas lluvias acababan con las cosechas y causaban hambrunas frecuentes y la guerra de los Cien Años acababa de comenzar, así que no es de extrañar que la peste se asociara con uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. "La gente creía seriamente que era el fin del mundo", asegura Kirsten Bos, uno de los coautores del estudio a The New York Times.
Hoy en día, aparecen algunos brotes de peste aislados, como el de Madagascar en 1990, pero la enfermedad es rápidamente controlada. Entre otras cosas porque contamos con antibióticos, un fantástico comodín contra un nuevo apocalipsis.
Fuente: La información
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