sábado, diciembre 06, 2008





De visitas neonatales a fenómenos paranormales.

La vida sigue, el tiempo pasa, nos hacemos mayores -aún no sé para qué- y como es ley de vida -diría algún castellano viejo- se tienen hijos. Así pues por estas fechas de fin del año, un amigo ha tenido descendencia, vamos que Solbes tiene que rebuscar otros 2.500 euros más para el mes que viene. Así que como no, toca visita para ver al retoño. En este caso una nena, espero que calcada a la madre y a ser posible con pocos rasgos del padre..jejeje. Pues bien, estas cosas hay que prepararlas, así que después de la jornada laboral me encaminé a mi centro habitual de aprovisionamiento de todo tipo de materiales indispensables para que el chache -esto es..yo mismo- pueda desenvolverse lo más cómodamente por esta complicada vida...así es que me dirigí a mi Hipercor a por unos bombones. En momentos como esos jamás estaremos tan agradecidos como debiéramos a la gente de Nestle y a sus socorridas y bien pagadas cajas rojas de bombones. Que gran invento, lo bien que se queda siempre cuando largas la consabida caja. Por supuesto cuanto más grande mejor quedas y en fin, los bombones le gustan a todo el mundo, incluidos a los que no, como yo, que no me gustan pero que por no quedar mal siempre me como uno por cumplir.

Así que presto y dispuesto, dejé el panzer aparcado en mi garaje, y me encaminé hacia el Hospital Clínico para ver a la retoña, suena mejor retoño aunque sea una nena. Bien, por supuesto estaba informado de la planta y número de habitación en la que la nena daba sus primeros berridos en esta vida mientras los papas inundaban todo de babas de padres primerizos. Vuelvo a repetirles, aunque ya lo he dicho más de una vez, mi total ojeriza hacia los hospitales, así que entro en recepción, me dirijo al ascensor y una vez esperado el tiempo justo a su llegada, me introduzco en el ascensor con una señora de mediana edad, sin ningún atractivo, por cierto. La señora se queda en la segunda planta y aquí el chache se encamina hacia la séptima planta. Todo bien, pues no, no todo bien, porque no sé por qué imponderables del destino cometo el innombrable error de pulsar el botón 6, en vez del 7, y como un inútil me bajo en la sexta planta. Siguiendo con mi acarajotamiento mental transitorio, tampoco reparo en que no pone en la entre planta habitaciones 3708 a 3714 -para el lado derecho- sino que pone 3608 a 3614...pero yo, como un nabo andante donde los hubiera, solo me fijo en las ultimas cifras y raudo y veloz...y mojado también, porque he olvidado comentar que dirigiéndome al hospital me cayeron unos pocos chuzos de punta, así que en mi descargo igual duchazo callejero influyó en perturbar mis sentidos. En fin, a lo que iba, el caso es que nuevamente presto y raudo llego a la habitación 3612, que en mi ingenuo candor era la 3712...bueno, toque en la puerta, largo un "¿¿Se puede??" y "ale...el chache para dentro". Primer problema, con mi visión a lo Terminator visualizo a las parturientas en sus respectivas dos camas y no logro identificar la identidad de Rosana -mi objetivo de visita- por ninguna parte. Primera reacción o pensamiento fue...joder no es ninguna de estas, no creo que tanto le haya cambiado la cara el parto...jejeje. Segundo intento, por supuesto todo esto que estoy describiendo pasa en microsegundos...intento identificar a los cara lelos de nuevos padres acompañantes de parturientas, coño pues tampoco reconozco en ninguno de ellos a el cabezón de mi amigo Nacho. Mal vamos, aquí hay algo que no cuadra. Retrocedo un poco, me quedo en la entrada de la habitación y largo un vistazo a el letrero de la habitación. Joder que cagada, es la 3612. ¡¡¡Cómo es posible que metiera tal pifia???!!!. La culpa es de Andrés que seguro que me ha dado mal el número de planta. En estos casos lo mejor es buscar un cabeza de turco, jamás aceptar que el acarajotado es uno mismo. Así que hasta cojo el móvil y llamo a Andrés para decirle lo petardo que es y que me repita el número de habitación. ¿Consecuencia? Pues además de aceptar mi colapso mental, tener que subir las escaleras y llegar por fin, a la séptima planta. Ahora si miro con detenimiento los carteles, si pone de la habitación 3708 a la 3714. Todo bien, gracias a Dios. Nuevamente presto aunque ahora menos dispuesto, me dirijo hacia la 3712, perfecto, efectivamente ese es el letrero que tiene puesto la habitación, así que a entrar, soltar los putos bombones, ver a la nena, decirle a Nacho que aún tiene más cabeza, y avisar a Rosana de la posibilidad de que la niña tenga el mismo buen comportamiento del padre, osea...nulo.

Pues no, joder algo pasa otra vez. No hay nadie, mejor dicho, si hay, nuevamente hay una nueva mama con cara de flipe, un marido enano con cara tarugo y toda la familia en pleno con caras de tarugos acarajotados. Pero nada, ni rastro de Rosana ni de Nacho ni de la nena. Coño, hoy me crecen los enanos, no doy una. Obviamente paso de llamar a Andrés y directamente llamo al padre de la criatura. ¿Dónde coño estás Nacho? El pobre estaba recogiendo a los suegros. Y dónde estaba la mama con la nena se preguntarán ustedes. Pues parece que estaban en el nido habitación contiguo. Así que me quede en el pasillo de la habitación esperando a que saliera la mama de estreno y mientras tanto veía como era juzgado por la familia ocupa de la otra cama de la habitación....y así cinco minutos, diez minutos...y no. Esta situación era insostenible. Mejor irse. Bien que tranquilamente hubiera esperado a que saliera Rosana y podía haber estado entretenido metiendo las cabezas de los invitados-familiares- de la cama vecina entre las elementos del radiador del pasillo, pero vamos, por no molestar a los nenes decidí no hacerlo.

Así que le envié un sms al padre diciéndole que mejor los veía cuando estuvieran en su casa...y nada, salí de allí como el fugitivo.
En cuanto volví a pisar la calle y a pesar de la que estaba cayendo de agua, me fumé un cigarro y tranquilamente me dirigí nuevamente a por el panzer porque tenía alguna cosilla más que hacer. Pero bueno, eso ya es otra historia.

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