sábado, septiembre 22, 2007

Tormentas y amortiguadores.

Ayer viernes se dieron las nubes un paseo por Granada como no lo hacían desde hace unos treinta años, al menos eso es lo que dice el periódico. Unos setenta litros por metro cuadrado...supongo que las ratas de esta ciudad se quedarían acojonadas con semejante diluvio que les vino encima. Rayos, truenos, en fin, flipante, desde luego hubo inundaciones, garajes anegados, desprendimientos...en fin nunca llueve a gusto de todos, eso es así.

Y tampoco llovió al gusto mío, bueno...la lluvia tampoco tuvo nada que ver, pero resulta que al salir del trabajo pues uno de los amortiguadores de mi panzer se rompió, más bien se partió, segado por una espada laser Jedi no hubiera tenido un corte más limpio, y claro, he aquí que cayendo chuzos de punta, la circulación colapsada y yo con un cabreo indescriptible, pues nada jodido y punto. Un compañero de trabajo se había venido conmigo, habitualmente lo hace porque su casa me pilla de camino y casi siempre lo tengo de pasajero en el panzar. Por cierto, el panzer es mi coche, un Peugeot 406, un tanque. A lo que iba...busqué en los papeles del seguro el teléfono de servicio en carretera -vamos la jodida grúa- y he de decir que me atendieron, tanto la telefonista de Mapfre como el servicio así, con una profesionalidad digna de elogio y de comentarios positivos, todo muy moderno, con mensajito sms al móvil diciéndote cuanto tiempo tardaría la grúa en venir...por cierto, al final fue menos, ya que el mensaje ponía una hora y no llegó a tres cuartos.

El caso es que visto que el panzer estaba jodido, la grúa avisada...y poco más que hacer por el panzer, mi colega de trabajo y yo decidimos como buenos aplicadores del pragmatismo más radical...buscar un bareto donde echarnos unas birras con sus respectivas tapas que para eso ya era la hora del papeo. Craso error, lamentable error de apreciación del terreno. No les he contado que la avería de la suspensión de la oruga del panzer tuvo lugar en un pueblo del cinturón de Granada, llamado Maracena, y concretamente en uno de estos barrios de rápido desarrollo urbanístico, característico del océano de construcción granadino, andaluz y español en suma -buena en suma no, porque por lo que he visto en el norte, por lo menos Cantabria, no han perdido los papeles como aquí- así les sigo contando que la zona del percance era una de estas sucesión de promociones de unifamiliares adosados, todos iguales, una alienación sucesiva de casas que para distinguir las distintas capacidades de cada arquitecto que las diseña se limitan a pintarlas en tonos ocres distintos...y en donde no hay vida. Me explico, no hay comercio...no hay vida. Si no hay locales comerciales no hay vida social. No hay panaderías, tiendas de chuches, librerías, eléctricas, tiendas de ropa...pequeño comercio en general y sobretodo no hay la base de la unión entre vecinos...coño no encontramos un jodido bar en quince calles. Hasta que no llegamos a la parte más antigua del pueblo, no encontramos un bar, y para entonces, además de estar calados hasta los huesos, cuando por fin llegamos a ese oasis seco que era el bar, al segundo tiento de cerveza...joder, el de la grúa que ya estaba llegando, nuevamente al coche, ya no llovía...solo había agua, creo que no había ni aire, y nada pues, nos montamos los tres en la grúa. Y digo tres porque sumo un nuevo personaje a la historia, el chófer de la grúa, un chaval de lo más apañado, simpático, consecuente con nuestro momento y también estaba calado como un calamar, nos pusimos a recorrer un trayecto de unos tres kilómetros en la próxima hora y media. Entonces descubrí el fantástico mundo de las emisoras de las grúas, que semejante tesoro para descubrir las desgracias ajenas. Desde el poco calculador conductor que con una mierda de Hundai Getz se atreve a pasar por un subterráneo con dos metros de profundidad, hasta descripciones de los compañeros gruistas de un pique entre dos contenedores de basura a ver quién baja más rápido por la correntera de agua en la que había convertido una parte de nuestras flamantes autovías granadinas...todo ello acompañado de cuando detectábamos alguna sujeta bajo un paraguas que estaba de buen ver...nuestro agradable compadre de grúa le pegaba un viaje al claxon que acojonaba a los mismos truenos de la tormenta. Por supuesto ya habíamos intercambiados los suficientes cigarros para crear en la cabina del camión una atmósfera lo más parecida posible a la de un buen pub de echar copas y de pronto por el altavoz atronó la voz de un colega gruista diciendo...."una tía que ha dado un aviso de avería...y llego allí, saldo del camión, me pongo de agua hasta las neuronas y la tía dentro del mercedes...que no sabe poner los limpias y que por eso ha llamado a la grúa...y yo le he dicho, señora pues yo tampoco que estos mercedes caros son muy raros, léase el libro de instrucciones del -puto coche..eso no lo dijo pero lo pensó, seguro- coche y buenas tardes.
Pongo por testigo a los tropecientos litros de agua que cayeron ayer en Granada que nos quedamos los tres simplemente "pasmaos". Como se puede llamar a una grúa para que te den en el mando de los limpias...¿Se puede tener tan simple? Bueno esa respuesta es fácil...si. Coño uno siempre que coge un coche por primera vez, sea para estrenarlo o sea porque te lo han dejado o lo has alquilado, lo primero que haces es ver donde están las luces, el pito y los limpias...coño claro y cómo funciona la radio.

Bueno, al menos la hora y media larga de trayecto hasta el taller se nos hizo corta, el agua nos entraba por las ventanas del camión porque no funcionaba la calefacción, se empañaban los cristales, no veíamos nada y no parábamos de fumar, así que las ventanillas bajadas cual caluroso verano granadino, pero coño, todo muy ameno. Incluso se me pasó el cabreo del asunto del coche.

Claro que tengo otra teoría y esta es que ahora me cabreo menos porque estoy con eso de la risa tonta...cuando te dicen y cómo es...pues como va a ser, guapísima y con mucho nivel.

Buenas lluvias para España y sus españoles que las necesitamos.

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