domingo, marzo 21, 2010

La caza.


De sobra es conocida mi poca predilección por visitar asiduamente el campo, Y mira que ahora está precioso, al menos aquí en el sur, en mi Granada, los campos están de un verde totalmente desconocido por estos lares, o al menos solo en el recuerdo de los más mayores. Una tonalidad más acorde con paisajes del norte que andaluces.

Bien, por tanto tampoco me he prodigado en temas cinegéticos, vamos que yo de caza entiendo más bien poco. Me encantaba el programa jara y sedal y a veces si zapeando paso -rápidamente- por canal sur y encuentro uno sobre el tema cinegético, pues ese me lo trago. Pero lo dicho, no es lo mío. Cómo máximo y de chavalín si correteaba por la montaña donde se aposentaba el chalet con una escopeta de aire comprimido, del cuatro y medio....pero de ahí subir a el escalafón cinegético de aficionado es decir mucho.Estoy a favor de la caza, faltaría más. Por supuesto dentro de un orden, un sentido común...como todo en esta vida, bueno casi todo. 

Y como digo, este pasado sábado, ayer...estuve de caza. Si es que técnicamente es posible aplicar ese término a la acción ejecutada este pasado día. Tenemos un problema -como en Houston- y es que nos han invadido las palomas la nave central del almacén -hablo de currelo-. Siempre hemos tenido palomas de visita en el techo, más que nada porque cerca hay una granja y claro, las tenemos permanentes de visita. Ningún problema. Pero últimamente, creo que por el gigantesco manguerazo de lluvias que el Buen Dios ha tenido de verter por estas tierras, pues las vecinas palomas se han pasado del techo al interior de la nave. 

Pues no, eso no lo podemos admitir -a estas alturas ya tengo de seguro a más de un ecologistas ligeramente cabreadete- pero verán, nos cagan en el suelo, en las cajas del material, en todas partes. De hecho creo que estos bichos solo comen, cagan y follan, como las ratas. Vamos que son ratas con alas, de hecho creo que son los animales que más cagan del mundo, al menos en proporción a su tamaño. Un asco en suma.

Y por ahí no paso. Es verdad que mi relación con las palomas no ha sido la de Alberti con la gaviota, más bien si se me acercaba alguna mientras estaba sentado disfrutando de mi Granada en cualquier terraza ubicada en mi querida capital y se me acercaba un mal bicho de estos....pues al menos con el intento de patada se quedaba. 

Además que soy un firme partidario del gorrión de ciudad y saber que estos están perdiendo terreno en favor de la tonta paloma me "enfae"* más. Pues si, no tuve más remedio que organizar una partida de caza interiorista. Dos escopetillas de plomos, dos tiradores y una jornada por delante. Las armas las suministraba yo, de hecho una vez solicitada la petición de armas a el maestro armero -mi padre- resulta que en el arsenal de armas casero tenemos tres escopetillas de plomos. Una la de mi padre de jovenzuelo, otra la mía y otra dice mi padre que era de mis primos. Bien, el caso es que armado y bien aprovisionado de munición. Una caja de cuatrocientos plomillos -creo que munición operacional con reserva más que suficiente para una operación de castigo planteada en el ámbito temporal de una mañana-  establecimos el inicio de hostilidades.

De entrada diré que costó varias decenas de tiros adecentar nuestra capacidad de tiro. Porque al comienzo de la operación -expulsión ratas voladoras- tuve ciertas dudas tanto de si las palomas habían desarrollado una armadura especial y ni caso al plomazo, como que si verdaderamente el plomo salía de la escopetilla...cosa resulta en un experimento con un cartón al que disparé y vi realmente el desvío de tiro, recalculando rápidamente mis referencias ópticas para calibrar el arma y disponer de toda mi potencia de tiro. 

Una vez subsanados estos problemas -normales en todos los inicios de hostilidades- reiniciamos la operación -expulsión ratas voladoras-. Que las palomas siempre me han parecido tontas es algo que más de una vez he dicho en alguna conversación. Esta última operación militar me ha reafirmado en mis pensamientos. Era emerger nuestras cabezas por el techo de la nave y todos los gorriones salían volando como el fugitivo mientras que nuestros objetivos operacionales ahí se quedaban impertérritas o al menos pasando un kilo de la situación. Así que con presteza aproximé mis reservas, armé el plomo y....plomazo va y plomazo viene. En un principio, más bien en las dos primeras horas continué con mi confirmación de que las palomas son lelas. La vez que tenía la coña de acertar a una, esta salía literalmente como "el follasca" del tejado mientras que sus primas, hermanas y amigas allí que se quedaban como si esto no fuera con ellas. Desde luego hacía largo tiempo ya que no quedaba ningún gorrión viendo el espectáculo, puesto que como inteligentes criaturas que son, optaron por alejarse del fregado no vaya a ser que aunque la operación no iba contra ellos -mentalmente se lo comuniqué- siempre están los daños colaterales inevitables en toda operación militar y no había ninguna necesidad de un inocente gorrión muerto.

Pues al final además de unas quince o veinte palomas con su plomazo dado. Bajas tuvieron tres. Dos a cuenta mía y otra al cuenta de mi compañero de jornada de caza. Por cierto que este me miró un poco raro cuando a una que disparamos, la dejamos mal herida y raudo fui a darle el tiro de gracia. Cosa que no entendí, peor me parece dejar al animal sufriendo que si está fuera de duda que no va a recibir los cuidados sanitarios adecuados, mejor terminar cuanto antes con su existencia. Vamos que le di el tiro de gracia. Me tachó de ser un poco mafioso...tampoco es para tanto.

Y bien, la jornada terminó. El resto de las palomas, a fuerza de plomazos se dieron cuenta que mejor pasar el rato en otro tejado y sobretodo nada de dentro de la nave...pero que me dejaron pensando nuevamente en lo mismo. Porque éramos verdaderamente malos tiradores, sino terminamos con cuarenta palomas o más. No están acostumbradas a que les tiren y el tema no iba con ellas. Creo que el comentario de su estupidez además de compartirlo con mi compañero de caza también creo que estaba de boca en boca entre los gorriones.

Poco más, un poco de olor a plomo es toda una experiencia. Cierto es que con este blog me he ganado más de una enemistad...pero sin ser demagogo, no creo que llevar a una bateria de psicólogos consiguieran que las palomas no cagaran donde no debieran. Es cierto que esa medida es más social y políticamente correcta, pero como todo eso...no es efectiva.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Jueeeeera con loh páharohh hombre!! Las ratah del aire!!!