jueves, enero 11, 2007

Broncas trabajadoras.

Desde luego que no me estoy refiriendo a la lucha de clases, ni tampoco a la batalla sindicalista por la mejora de vida del currante ni buenos actos semejantes a esos. Aquí estoy hablando hoy del broncazo en el trabajo.

Tenemos ya confirmado los ciclos económicos de bonanza, crisis y nuevamente bonanza junto con sus respectivos periodos intermedios de “ni chicha ni limoná”. Pues estoy en condiciones de afirmar que en la vida trabajadora se repiten cíclicamente la bronca espontanea. Causas, acumulación de marrones entre compañeros, picos de trabajo, fechas señaladas –principios de año es una de ellas- y alguna más que a esta altura de la noche no recuerdo. Pero el caso es que pasa, y normalmente de la gilipollez más grande se hace una montaña...seguidamente se sube la montaña a otra montaña y esta se deja rodar siendo la consecuencia una especie de pollo Popeye de dimensiones espectaculares.

Y es que hoy he tenido bronca en el trabajo. ¿Circunstancias para que surja la bronca? Pues parafraseando al Doctor House diré que como diagnóstico diferencial, posibles causas de la enfermedad son:

- Picos de trabajo.

- Falta de compañerismo.

- Pasotismo, perrismo en grados supinos y casi crónicos.

- La desorganización típica –y me jode reconocerlo- de la pyme española.

- Generación espontánea.

- Se veía venir o gota que colma el vaso.

- Dios no se queda con nada de nadie.

- Hay ganas.

Con esto ya tenemos bastante para ir tratando de analizar el tipo de bronca y de esta forma intentar ponerle remedio. Quizás con el primer problema que nos encontramos a la hora de establecer el tratamiento curativo sea que de estos elementos hay alguno de ellos incurable. Aunque con toda rotundidad afirmaré que todas las broncas en el trabajo empiezan por una gilipollez, una gilipollez que en su momento se juzgaba como un pollo muy difícil de digerir y que luego, con la perspectiva del tiempo –y no mucho, quizás unas horas- notas que tampoco era para tanto y sin embargo vaya lío que se ha armado. No soy muy amigo de broncas y aún menos en el trabajo, más que nada porque si tienes que compartir gran parte de tu tiempo diario con gente que ni es tu amiga, ni es tu familia y los has elegido, qué menos que soportarse mutuamente de la forma más positiva posible. También reconozco que además de haber participado en algunas he sido el prende mechas de otras y en especial de esta última de hoy.

Así es que teniendo suficiente autoridad en la material me atrevería a definir la bronca ocurrida hoy en mi trabajo.

De modo que como elementos principales del desencadenamiento del paquete de hoy estableceré como principales el “se veía venir o gota que colma el vaso” además de la generación espontanea, picos de trabajo y eje primordial el “hay ganas”. Y es que había ganas, porque tan cierto es que dos no se pelean si uno no quiere, como cuando hay ya más de dos, pongamos tres como mínimo, al final de lía.

Lo más curioso de estos pollos, son las consecuencias. Si sales ganando casi terminas pensando que te has pasado y que no era para tanto. Sin embargo si formas partes de los perdedores, estás acordándote permanente e interiormente de la madre de periquillo, acompañado como no podía ser menos de un “esta se la guardo”.

De todas formas y como remedio de estos negativos -o no- acontecimientos, diré que el mejor combinado de fármacos es el tiempo, porque estos barullos en el currelo se van olvidando. Ojo que la enfermedad no tiene cura total porque conforme se van aplacando los síntomas del arrechucho, se tiende a relajar los antivirales y consecuentemente la enfermedad reaparece y nuevamente estamos en las mismas.

Eso sí, hay veces que te quedas en la gloria después de haber soltado la mierda que llevabas dentro.

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