jueves, enero 28, 2010

Las maniobras de Fernando el Católico.

Un poco más historia, de época turbulenta y además uno de mis pasajes favoritos, por desgracia poco conocido y condenado al olvido por esta obsesión por olvidar nuestro pasado.

Existen decenas de libros patrióticos que se gozan en repetir la frase atribuida a Fernando el Católico: -¿Que el rey de Francia dice que le he engañado una vez? ¡Mentira, le he engañado diez!-. En realidad, la frase, de ser cierta, sólo podría llamar la atención a un lector cándido. Pongámonos, empero, al nivel de los ingenuos para verles aplaudir semejantes confesiones, al tiempo que todos los países de la Tierra son acusados de falsía, egoísmo y rapacidad por nuestra historia tradicional.

En la España de 2010, cuesta creer que durante dos siglos estuvimos causando preocupación y zozobra al mundo entero. "Yo soy el moro contra quien se arma el Rey Católico", gemía el rey Luis XII de Francia, receloso de que el poderío de Isabel y Fernando no se estaba consumiendo solamente en la defensa de la cristiandad. O, en otras palabras (éstas de Braudel), que el convertirse en campeón de la cruzada traía cargas a la corona española, pero también privilegios y ventajas. "La guerra contra el infiel fue pretexto para conspirar constantemente contra los vecinos", escribe Walter Starkie.

Objeto de esta conspiración permanente es el dominio de Italia, juego perfecto de las cuatro esquinas -España, Francia, el Papa y el Imperio- en el cual los italianos intentan tenazmente participar aprovechando cualquier distracción de "los grandes". Este planteamiento se ve claro en los primeros años del XVI, cuando Venecia es barrida de la gran política por el acuerdo de aquéllos, y sólo volverá a levantar cabeza cuando ellos se dividan y Francia saque los pies del plato y se enfrente con el Papa.

En tal punto, Fernando el Católico "marca" a Francia moviendo un nuevo jugador: su yerno Enrique VIII de Inglaterra, casado con Catalina de Aragón (por el momento). El consuegro del Católico es el emperador y también se inhibe de apoyar a Francia. Ésta quedará, para abreciar, fuera del juego italiano durante varios lustros.

Aprovechando el mismo esquema internacional, el rey Fernando da curso a sus antiguos proyectos de anexión de Navarra a su corona, fundamentados en lazos familiares e históricos. El único obstáculo para dar forma política a estos vínculos consistía en la posible reacción francesa. Reinaba por entonces en Pamplona Catalina, de la casa francesa de Foix, casa con Juan de Albret. Fernando se combinó con los ingleses que tenían y deaban posesiones en suelo francés y requirió a los reyes de Navarra a que dejasen pasar a tropas angloespañoles que se dirigirían contra la Guyena. Francia y Navarra contestaron preparando un tratado cuyo contenido conoció Fernando antes que estuviese firmado, porque un cura llamado Juan de Pamplona le enteró de él mediante el cobro de una cantidad. El Católico ya no vaciló en encargar al duque de Alba que ocupase Navarra, lo cual efectuó en dos semanas.

Al propio tiempo, el Papa excomulgaba a los reyes Catalina y Juan, y el título de rey de Navarra era acumulado al trono de Castilla. Hubiera sido tomada también la actual parte francesa de ella si los ingleses que militaban con el rey Fernando no hubieran decidido súbitamente marcharse a su casa. Enrique VIII hubo de tragarse las recriminaciones de su suegro. De peor humor se puso aún cuando éste, porque le convino, firmó con Francia una tregua y luego la paz.

Fuente: Historia inaudita de España.

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